Sobre el trabajo y los trabajadores (II Parte)
Siempre he creído que un ser íntegro debe guiarse por la premisa de que se debe ser capaz de marchar hacia el futuro con tanta dignidad como la que da el hacer las cosas bien, con una lealtad personal dirigida por principios, no por gente, amistades, o conveniencia.
Con el paso del tiempo he comprendido que nada se puede construir sobre bases no sólidas, y muchas veces existen alertas externas e internas, que nos muestran lamentablemente el grado de descomposición al que se está llegando en muchos campos y desde muchas perspectivas, donde estas bases de integridad que deberían ser sólidas son incontables veces tan frágiles como el cristal.
En base a esa creencia expreso lo siguiente:
Nuestra sociedad conserva un concepto desactualizado de lo que designamos como trabajo, y de lo que consideramos como compañerismo, y sin importar las circunstancias laborales en que nos desenvolvamos, muchos se convierten en compañeros sin mantener solidaridad, y muchos trabajan sin asumir ningún compromiso real.
La orientación laboral lamentablemente, se queda en numerosos casos sólo en alusiones llamativas sobre el enfoque y la gestión de las instituciones; cuando antes, convendría reconstruirla, refrescarla, integrando a las más altas esferas de administración y conducción de personal, en un balance de manejo sobre los valores y la ética tanto laboral como humana, que se deben procurar en cada institución y departamento de trabajo.
Es contraproducente, en un mundo de evolución y apertura, tener que reconocer la cortedad de miras de la gente; de esas personas que más allá de formalidades y galardones conservan actitudes que solamente confirman el afán por mantener posiciones intransigentes, haciendo parecer como un desacierto casi inadmisible, que lugares que hacen gala de ser instituciones serias, ética e ideológicamente, mantengan laborando para sí, personajes de doble moral y desgana laboral. Situación que a consecuencia degenera el servicio y la imagen de cualquier institución por más grandeza que tenga.
En cada institución privada o pública, quienes constituyen la imagen que se da ante el mundo, son las personas que trabajan en ella. Por eso, el grupo de criterios que debe prevalecer para seleccionar el personal debe ir más allá del esplendor de un título, e intentar profundizar en lo que a simple vista ni leyendo el mejor currículo no se ve ni se lee, y esto implica desde la escogencia de jefes hasta la de subalternos.
Por parte del trabajador se espera la selección de un personal que mantenga una buena disposición laboral, y esto implica muchas cosas, podemos tener trabajadores que se mantienen íntegros, desempeñándose bien y viendo en el trabajo no solamente un medio para conseguir bienes económicos o remuneración externa, sino una forma de desarrollarse como individuos y brindar un buen servicio y por otro lado, trabajadores se sienten sumamente cómodos, por mantener conductas impropias si no están bajo la vista de sus superiores y frente a ellos -por conveniencia- representando comportamientos adecuados; dando cabida a una doble moral de turno.
Por parte del jefe sería lo ideal la selección de dirigentes que al estar a cargo de cada departamento, se comportaran como líderes, que son aquellos que estando siempre abiertos a nuevos conceptos alcanzan niveles más altos en todos los sentidos. Pero sin embargo, seguramente por eso dicen que “cualquiera puede ser jefe, pero no todos pueden ser líderes, porque un líder, trata a las personas como tales, no como individuos en serie, y tiene claro que nadie –sin importar su cargo- es ni más ni menos que nadie. Y si encuentra alguna falla, no deja caer el peso de la autoridad sobre el culpable, sino que intenta arreglarla y rehabilitar al que la cometió. Porque tiene una visión más amplia que la nuestra, y jamás se contenta con lo posible, sino con lo mejor; por eso se compromete con una misión que le permita a sus trabajadores trascendencia y realización, porque es un arquitecto humano.”
Una sana convivencia laboral llena de armonía únicamente puede desarrollarse al dar un trato equitativo a todo el personal; reconociéndolo, respetándolo, y valorándolo en su servicio diario y como ser humano, desarrollando la igualdad ante toda circunstancia. Así se evita el distanciamiento entre los líderes –si los hay- y la fuerza laboral; se mantiene un mejor ambiente de igualdad entre todos, se crea menos entorpecimiento en las relaciones interpersonales entre los trabajadores, y se promueve el desarrollo de individuos felices y sobre todo, productivos.
Como dijo John F. Kennedy: "Un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente que él"
7 comentarios
glauca -
Creo que lo ideal es un lider que dentro de unos pàrámetros de libertad, tenga una gran fuerza carismática, sea un gran moderados y orador, sin necesidad por ello de que sea el más inteligente.
Besos.
almena -
Y en cuanto a la actitud del líder...
desafortunadamente pocos tienen clara la diferencia entre "dirigir" y "mandar".
Besos!
Trini -
Ai te rodeas de gente trabajadora tu trabajo será mejor y así susecivamente bajando los escalafones.
Besos muchos
manuel h -
besos
aminuscula -
Un beso
Anónimo -
Besos.
ViudadeTantamount -
Desde Weber hasta ahora, el liderazgo ha dado un montón de vueltas....
Me quedo con los lideres liberales....con fómulas de dirección abiertas y creativas, del tipo "hay un trabajo que hacer, hagamoslo bien, pero cada uno, como prefiera" ...
Sólo funciona si se rodea de los mejores...