"Voy a volverme como el fuego, voy a quemar tus puños de acero,
y del morado de mis mejillas sacaré el valor para cobrarme las heridas.
Malo, malo, malo eres, no se daña a quien se quiere no,
tonto, tonto, tonto eres, no te pienses mejor que las mujeres..." Canción de BB
Mes Octubre, año 1996... -mi historia-
Era un viernes 4 de octubre, frío, lleno de gente, en un bar de San Ramón en mi país. Salía del trabajo, y decidimos ir a comer a un bar cercano "Secretos", mientras transcurría el tiempo, se sentó una joven a acompañarnos, la charla iba y venía, (entre ellos dos), no prestaba atención, y ya sentía cierto temor por lo que había sucedido hacía algunas semanas; pero estaba ahí.
La conversación de pronto se detuvo para que resonara un comentario fuerte: "prefiero tener las z*rras que he tenido de novias y no una santulona como esta, que no sirve para nada..." La reacción, la obvia: un escalofrío que terminaba en un temor horroroso. Siguió la noche y al finalizar la charla a causa de un ataque de celos de él, nos marchamos.
Al llegar al lugar donde trabajaba para recoger mi bolso pasó lo peor: cerró la puerta del local, vino tras de mí, y sí, esa persona con quien llevaba mád de un año de relación, ese que supuestamente me quería, enloqueció... 10 años después aún al recordarlo siento algo comprimido en el pecho, entre terror y horror, y salen lágrimas de mi alma, no sé si son de dolor, si son de impotencia, de decepción, o de qué, pero son de esas que duelen tanto que no se han podido secar.
Se siente tan horroroso, alguien fuerte, tú débil, una chica de 19 años, su pareja de 25, el silencio, y únicamente en el aire, el sonido de unos puños volando hacia un rostro lleno de miedo, con una fuerza que no sabría aún explicar, pegando sin piedad a alguien que aún no entiende el porqué de los golpes, de la fuerza, del dolor. Recuerdo el sonido de mi rostro al recibir cada puño, el grito mudo de mi cuerpo que no podía parar de llorar, el horror en la piel de no saber en qué manera iba a terminar aquella noche, y la cara, su cara de odio, de ira, la cara de un desconocido que solía conocer.
Recuerdo, -con la sensación inclusive-, estar en posición fetal en el suelo, tratando de cubrirme el rostro, recuerdo mientras pateaba fuertemente mi estómago, el dolor que sentía, como si cada órgano dentro mío se desprendiera con cada patada, recuerdo mirarlo fumándose un cigarro mientras yo, acurrucada en el piso, lloraba, sintiéndome derrotada, indefensa, vencida, sola, desamparada. Recuerdo cuando me levantó del brazo para quemarme la cara con su cigarro, lo que sentí no se los podría transmitir por este medio, ni por ningún otro, el horror, la desesperación de ver mi rostro marcado para siempre, ignorando por falta de capacidad para pensar en un momento así, la cicatriz eterna que ese momento con o sin quemaduras iba a dejar en mi vida.
Caí de rodillas para rogarle que me quemara cualquier parte del cuerpo, pero la cara no; y como un milagro -lo crean o no, parezca ridículo o no, pero así fue-, ví una luz y le imploré en nombre de la Virgencita que ya me dejara por favor, cosa que jamás comprendí, porque jamás le había rezado a la Virgen María, siempre me dirigo en mis oraciones a Dios, pero aún sin entender porqué se lo imploré por ella, no sé si seguramente por ser mujer, algo pasó, y él se fue y me dejó ahí, tirada en el suelo frío de aquel local de videos. Yo salí casi corriendo y tomé el primer taxi que ví, sin notar que estaba ya ocupado, le dije al chofer atacada en lágrimas que por favor me llevara, y el acompañante le dijo que sí, y recuerdo sus caras al verme, y sus primeras palabras: "muchacha no quiere que mejor la llevemos al hospital se ve muy golpeada, se ve muy mal."
Recuerdo cómo me costó recuperarme, en un proceso que duró años de mi vida, y que algunas veces, al ver la coraza tan profunda que tengo al relacionarme, veo que aún no ha terminado. Recuerdo la depresión que sentí, lo que sale de las entrañas gritándote "no tienes dignidad, no vales nada", no sé porqué, pero eso pasa. Recuerdo cuando Fabio Fernández, un señor al que quiero mucho, me al día siguiente, que cada vez que ese "X%$"=X" viniera a pedirme disculpas me acordara de lo que iba a ver ahora en el espejo, y recuerdo lo que ví: Ví mi rostro, que antes de ese día era un rostro lleno de ilusiones, de vida y de brillo en los ojos, por la esperanza que significaba vivir, lo ví alejado de mi misma, envejecido, apagado, sin luz, desconocido, y como una paleta de colores lleno de rojos, morados, y algunos tonos entre gris y azul, sin quitarle la inflamación tan grande que mi ojo izquierdo se encontraba casi totalmente cerrado. Estaba desfigurado, no era yo... Además del dolor inmovilizante en mi estómago, que lucía los mismos tonos que mi rostro, y el dolor que sentía emocionalmente, cada vez que tomaba el tratamiento para la hemorragia, la desinflamación, el dolor, etc.
Ha pasado el tiempo, y los dolores sanan, pero las heridas quedan. No sé porqué lo hizo, ni lo quiero saber, no comprendo cómo alguien que es tu pareja puede causarte tanto dolor, y menos aún logro comprender a las mujeres que después de una agresión siguen con su pareja. Pero deben estar tan dañadas ya, que no pueden dejarlos, por los motivos que sea, y no cometamos el horror de juzgarlas, porque no estamos en sus zapatos, ni en el dolor de su alma y de su piel.
Pero comprendo su miedo, el horror que sienten de denunciarlos y que luego las termine de matar, porque yo lo he sentido, comprendo cómo se desvalorizan porque yo lo he vivido, y comprendo cada una de sus lágrimas y de su coraza porque yo las he tenido. Una agresión así no se da de la noche a la mañana, se va creando día tras día, con frases, peticiones, regaños, acciones, hasta que llega a esto...
Un hombre jamás debería tocar a una mujer, si no es para darle una caricia; lo digo yo, a quien un hombre golpeó en diferentes lapsos de tiempo, durante más de una hora y cuarenta minutos una y otra vez.